Las Mascotas Y El Civismo

17.07.2013 10:06
 
 
 
Por: Julio César Ospina Ch.
Jefe Departamento Protección Corporativa de Comfandi
Muchos de los caleños que salimos a hacer algo de ejercicio físico en los parques de la ciudad, nos vemos frecuentemente enfrentados a situaciones incomodas como lo es el pisar deshechos de las mascotas que salen a estos sitios, con la anuencia de sus dueños.
Es incuestionable que hay legislación que permite la tenencia de mascotas, particularmente en las Unidades Residenciales, lo cual me parece bien. Pero es importante tener en cuenta que frente a este derecho también hay obligaciones, como lo establece la ley 746 de 2002, específicamente en el artículo 108D, el cual establece de manera clara y perentoria la prohibición de dejar las deposiciones fecales de los ejemplares caninos en las vías, parques o lugares públicos.
Este mandato tendría sentido siempre y cuando los respectivos dueños hicieran la correspondiente recogida de excrementos. Pero frente a la gran población de perros y gatos, son pocos los que cumplen con esta norma básica de sana convivencia, y los escasos lugares públicos de esparcimiento y actividad física se ven invadidos de malos olores. Inclusive algunos conciudadanos en el afán de parecerse ante todos, en unos vecinos considerados, salen a pasear, en una mano con la cuerda de su perrito y en la otro con la bolsa plástica para supuestamente recoger lo que sus canes van dejando por el camino; pero la realidad es que llegan a sus casas con sus bolsas tal y como las sacaron antes de iniciar su paseo matutino, totalmente incólumes, y con la satisfacción de haber despistado a los conciudadanos del barrio.
Pero así como hay muchos dueños de mascotas que no cumplen con la normatividad vigente, también es cierto que los demás vecinos pecamos por pusilánimes, pues tampoco exigimos el cumplimiento de la ley, ni frente a los infractores ni ante la autoridad competente. Tratando de encontrar estadísticas sobre las denuncias por estas infracciones, no encontré información disponible para nuestra ciudad; sin embargo, en otras partes del mundo, como en la pequeña población de Parla, en España, esta carencia de civismo no la perdonan y las denuncias ante la policía están alrededor de las 120. En consecuencia no vale la pena tratar de averiguar sobre las penas que se hayan imputado, aunque la mencionada ley establece desde sanciones pecuniarias hasta sanciones que incluyen trabajo comunitario y pueden llegar hasta el arresto, cuanto la infracción sea recurrente.
Esta situación me hace acordar, con cierta repulsión, del libro de Saramago, Ensayo sobre la ceguera, en el cual narra como toda una ciudad, dado lo insoluble y lo agobiante de la problemática, se va acostumbrando a pisar y a vivir sobre las porquerías. Esperemos que sólo sea parte de la ficción del Nobel de literatura y no la triste realidad de nuestra querida Cali, otrora, ciudad reconocida, dentro del marco nacional, por su civismo y armónica convivencia.